1. INTRODUCCIÓN

 

Todo grupo humano se enfrenta a la necesidad de progresar en medio del conflicto, entendido como la confrontación permanente de intereses, puntos de vista diferentes, relaciones con la autoridad y formas de interpretación de las normas y leyes que rigen la convivencia. Visto de esta manera, el conflicto debe ser fuente de desarrollo, entendimiento y transformación constante. La cuestión es hallar la manera adecuada para la resolución de todas las confrontaciones que surgen de las diferencias.

 

Cuando un grupo ha logrado definir un propósito común ampliamente compartido (pacto social); un conjunto de normas que garanticen el desarrollo individual y colectivo; y una cultura que conduzca a la búsqueda de acuerdos mediante el diálogo racional, tiene bastante asegurada la convivencia pacífica. Por el contrario, la ausencia de estos elementos origina la desconfianza sistemática de todos los individuos  entre ellos y con respecto a las instituciones y autoridades.

 

La justicia entendida en forma muy amplia y positiva (no en un sentido punitivo) hace referencia a todas las formas de solución de conflictos, mediante la creación de mecanismos de acuerdo racionales que permiten dirimir dichos conflictos dentro del marco de valores fundamentales (derechos y deberes de la ciudadanía) y de acuerdo con las normas y procedimientos establecidos por la ley. Esto es lo que garantiza que a cada uno se le dé lo justo.

 

En esta manera de ver la justicia también tiene un papel relevante la función educadora del centro escolar.

 

La justicia forma parte de la cotidianeidad y una aproximación a ella  desde el punto de vista más formal pasa inexcusablemente por la experimentación del valor de la justicia, como paso previo al reconocimiento de la “institución de la Justicia”, en la sociedad de las personas adultas.

 

El centro escolar como microcosmos que es, aparece como lugar de permanentes “conflictos” (sin que esta expresión signifique un juicio de valor peyorativo). Conflictos en el alumnado, el profesorado, entre alumnado y profesorado, entre familias y equipos directivos etc. Los espacios de conflicto son el aula, el patio de recreos, la cancha deportiva, la defensa de determinados intereses etc.. El motivo gira alrededor de la vida cotidiana y alrededor de la vida cotidiana también giran determinados roles escolares, procedimientos, defensa y/o atropello de derechos, presencia de elementos discriminatorios, prácticas evaluativas etc.

 

De otro lado, no existe una forma consistente de resolución de  los conflictos, que conduzca a interiorizar desde la infancia y juventud el sentido y valor de la ley, así como el camino para aplicarla en forma equitativa si no pasa por la experimentación en positivo de la aplicación de una justicia.

 

De esta manera, en el aprendizaje de la justicia (como valor, como procedimiento, como institución)  el centro escolar juega un papel crucial que requiere formas apropiadas ligadas a la vida cotidiana, un clima adecuado de centro y unas pautas participativas, así como unos dispositivos apropiados para la resolución de los conflictos que se plantean en la vida  de este microcosmos que es la comunidad escolar.

 

Aproximarse en “vivo” a la justicia como valor fundamental de la convivencia ciudadana, en primer lugar, y como institución pública, descubrir sus bases, sus principios, su funcionamientos, conocer físicamente a jueces, fiscales y abogados/as, el espacio donde se imparte y el procedimiento para su aplicación, así como a algunos elementos  básicos de su lenguaje, junto al conocimiento de algunos aspectos relacionados con los derechos y deberes de los/las menores, es un buen acercamiento a este elemento básico para el adecuado funcionamiento de la sociedad.


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